Abogacía de cola tercermundista

Juan Luis Pavón vía El Correo de Andalucía

Eran las cuatro de la madrugada. En la sede del Colegio de Abogados de Sevilla, concluía ayer jueves el recuento de votos y se confirmaba la previsible reelección de José Joaquín Gallardo, que comienza su quinto mandato como decano. Eran las cuatro de la madrugada, y como sucede desde hace años cada día laborable de lunes a viernes, había ciudadanos al raso en la Plaza Letrados de Sevilla, ante la sede de la Audiencia Provincial, creando una penosa y kafkiana cola. Para garantizarse al fin, después de horas perdidas en jornadas precedentes sin ser atendido, uno de los primeros números de orden que se reparten desde las 7:15 para acceder a partir de las 9:00 al Servicio de Orientación Jurídica cuya gestión está encomendada al Ilustrísimo Colegio de Abogados, y tramitar la petición de un abogado de oficio… si les da tiempo antes de que cierren a las 13:00. Al día siguiente no vale para nada el número de orden concedido y la vivencia en la cola desde el amanecer hasta el mediodía. Aventúrese de nuevo, y joróbese al relente. Qué dos madrugadas tan simultáneas y tan distintas. Abrazos en Chapineros entre próceres de la Sevilla estamental. Resignación, junto al Prado de las lamentaciones, de la plebe sin ínfulas.

Ni siquiera el miércoles electoral rebajó la dosis de tercermundismo. A las 9:00, solo había una persona para atender, y hasta las 10:00 no se completó el cuarteto habitual. Hubo ciudadanos que alcanzaron su meta burocrática al tercer madrugón. Otros se fueron de vacío nuevamente, mascullando cabreo por el embudo que obstruye un derecho incluido en la Constitución española y en el Estatuto andaluz para los ciudadanos de escasa renta. Paradigma del presente porque impera el estatus de mileurista… más bien ochocentista.

Toda la prisa que se da la Junta de Andalucía en preservar las nóminas de enchufados en organismos creados ‘ad hoc’, es, por contra, toda la demora para pagar a quienes asumen el insustituible rol de abogado de oficio. Y todo el ringorrango de un colegio profesional para justificarse a sí mismo y cobrar cuotas a más de 7.000 letrados es obsolescencia y perjuicio a la población, en la era de internet y de la fácil cita previa sin salir de casa, cuando se recibe la encomienda para la prestación de una máxima democrática. La igualdad de oportunidades. Papel mojado.

 

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