UN VIAJE A MI MUNDO: Primer capítulo, El Fiscal

El Fiscal ofrece dos años

¡Dos años a la una!

¡Dos años a las dos!

¡Dos años para el robo con fuerza!      

 

 

El letrado recoge la carpeta de la mesa del estrado, aún no son comunes los ordenadores portátiles, la introduce en el maletín con ruedas, guarda sus gafas, y con desgana abandona la Sala con un rictus indescifrable. Su cliente no está ni mucho menos satisfecho y ambos, cliente y letrado, tienen una gran sensación de teatro chapucero.

        La trama había empezado 15 minutos antes, cuando se suponía que debía dar comienzo el acto de la vista oral: el Fiscal, ya situado en su lugar en los estrados, ofrece negociar la condena. El letrado hasta ese momento cree que puede abrir un mínimo debate sobre circunstancias y atenuantes que le permita lo que toda negociación conlleva, una cesión por ambas partes. El tiempo apremia y S.Sª con gesto entre cansado y desganado le hace llegar su impaciencia. Aún no ha oído la oferta.

        El Fiscal busca entre sus carpetas la nuestra y con superficialidad extrema concluye un delito, o dos, o tres, que a veces son erróneos debido a la lectura rápida. Con una breve reflexión que bien pudiera asemejarse a la operación matemática que denominábamos en otro tiempo de  cabeza, realiza la oferta que queda muy lejos de nuestras expectativas pero que reduce la solicitud que se ha manifestado en el escrito de Acusación.

        En ese momento el letrado sabe que tiene poco margen: o la aceptación de la oferta sin más debate o arrastrarse por una vista oral que el Juez no desea, que será celebrada rápida y abruptamente como un galopar de caballos para terminar en un alegato continuamente interrumpido por las célebres amonestaciones de “Sr. Letrado, vaya concluyendo”.

          Como acertadamente escribía sobre la Justicia Tom Wolfe en su primera novela, La hoguera de las vanidades (1987) que inspiró la película del mismo título (1990) protagonizada por Tom Hanks, Melanie Griffith y Bruce Willis

“Voy a darles un buen consejo. Por nada del mundo permitan que les atrape en sus redes el sistema de justicia penal de esta ciudad[1]. En cuanto te meten en toda esa maquinaria, simplemente en la maquinaria, ya estás perdido. Lo único que falta saber es cuánto vas a perder. Desde el momento mismo en que entras en la celda, antes incluso de tener oportunidad de declarar tu inocencia, ya te has convertido en una cifra. Como individuo has dejado de existir.”

 

        Hay en la actualidad una panoplia de series en televisión que ensalzan desde un punto de vista  algo cinematográfico la figura del Fiscal como estudioso, analista, polemista y detective. Desde Fiscal Chase (Close to Home), con su candorosa protagonista  que pasa por tremendos apuros para conciliar su reciente maternidad con su trabajo, a  JAG, Abogacía General de la Marina (Judge Advocate General) con sus insulsos protagonistas, hasta Ley y Orden (Law&Order) donde el papel de Sam Waterston como fiscal Jack McCoy dignifica los diálogos y presenta a unos personajes complejos y llenos, a veces, de prejuicios y vanidades.

        Pero el verdadero punto de partida para esta reflexión lo he encontrado en una reciente película protagonizada por Denzel Washington, “Roman Israel, Esq”, que ha pasado desapercibida en las salas de proyección a pesar de haber estado nominada para el Oscar, posiblemente por la dificultad que comporta entender al personaje y el trabajo que desarrolla.

        Sin pretensión de desentrañar la trama, por si algunos de mis lectores juristas quisieran verla, el protagonista, que representa a un hombre ciertamente anticuado en su imagen, desfasado en su ideología universitaria y desconectado de la realidad del mundo del foro, aunque gran estudioso de los problemas jurídicos, se ve abocado por una serie de circunstancias a enfrentarse a una realidad, la de los Juzgados, para la que no solo no estaba preparado sino contra la que emprende una batalla que piensa que puede ganar.

        El choque de un hombre de cincuenta y muchos años, pero que en algunos aspectos profesionales es un recién licenciado, con la realidad burocratizada, fría, descarnada, rápida y despersonalizada de la justicia para los pobres y para la clase media en general, le hace perder el control de sí mismo al ver tambalearse su seguro mundo de estudioso de las leyes.

        Me gustó mucho a pesar de que mi acompañante no entendió parte de los diálogos trufados de tecnicismos.

        Los fiscales no son ni mucho menos ni los justicieros vengadores de todos los atropellos cívicos, ni los defensores de una realidad pura y cristalina, son unos funcionarios más dentro de la maquinaria burocratizada del mundo judicial. El expediente, su expediente, puede dormir meses sobre su mesa y despacharse después en diez minutos desvinculada la decisión del paso del tiempo y del justiciable, de sus circunstancias actuales o pretéritas, tanto personales, laborales o familiares. Hemos sufrido fiscales  que miraban su móvil sin tregua en pleno juicio, que se equivocan de expediente, sentados en formas inconvenientes que no se permitirían a ningún letrado, despachar custodias de menores sobre la marcha con el más absoluto desparpajo y automatismo. En fin, todo lo alejado posible de las series televisivas y lo más cercano a la película protagonizada por Denzel Washington.

        Pobre papel, por regla general, el del Ministerio Público incapaz de transmitir la más mínima trascendencia jurídica y sustantiva en su quehacer y del que espero no ganarme demasiadas animadversión.

        Inicio con éste una serie de artículos  que pretenden mostrar un cuadro del mundo de la abogacía donde de alguna manera se vean reflejados todos los actores que participan en nuestro día a día; y confío en hacerlo de una forma amena y alejada de los dogmatismos deontológicos para que tengan unos minutos de entretenimiento lejos de expedientes, agendas y reuniones.

¡Ojalá lo consiga! .

 

Carmen Pérez Alfonso

                        Letrada

         Licenciada en Periodismo

 

[1] Se refiere a Nueva York, pero bien podría valer para cualquiera de nuestras ciudades.