SERGIO

Sergio Vieira de Mello

Terminé de ver la película, la acababan de estrenar en Netflix, y a continuación tuve que seguir el impulso de saciar mi curiosidad con el documental que sobre el personaje en 2009 dirigió el mismo Craig Barker. Sergio Vieira de Mello es, con toda legitimidad, un personaje novelesco entre otras cosas, un inspirador, un diplomático de la vieja escuela, que es la de siempre, con el que queda excepcionalmente identificado Wagner Moura sobre todo físicamente ya que la similitud entre ambos está muy bien conseguida; no tanto, en mi criterio, su compañera de equipo en la misión de Irak y  compañera también sentimental: Carolina Larriera. Una bella Ana de Armas – al igual que la protagonista real- debe recorrer aún mucho trecho en el camino cinematográfico para conseguir la genialidad en la interpretación y no la perfección de la sonrisa que es lo que vemos de momento.

         Aún así la historia no solo entretiene sino que engancha. Cada día miramos la prensa o la televisión necesitados de algún líder que nos convoque y nos haga vibrar con su carisma, que nos convenza de que saldremos de este absurdo distópico en el que nos encontramos para abrazar más pronto que tarde una realidad aceptable. Por eso reconforta Sergio, porque en Camboya, Timor y una multitud de países que no situaríamos en el mapa, ejerció una suerte de diplomacia tan efectiva en la resolución de conflictos que solo podía terminar como lo hizo, con el sacrificio de nuestro héroe a manos de las fuerzas más oscuras. Su éxito en Irak hubiera supuesto la descalificación más rotunda de la política de los EEUU en la ocupación de ese país y lo hubiera encumbrado a la Secretaria General de la ONU siguiendo la estela de Kofi Annan, haciendo de la organización un contundente contrapeso a las políticas emprendidas por Bush hijo en algunos países como el mismo Irak.

        Pero un hombre como Sergio, por muy altos e idealistas que fueran sus objetivos, no estaba exento de contradicciones y zonas grises como lo era su propia vida privada, un casado errante lo califica la propia Carolina. La vida de representante para los Derechos Humanos en la ONU era claramente incompatible con el convencionalismo que se le exige a un buen padre de familia. Así, Sergio desarrolla su labor al margen de las necesidades de sus hijos y alejado de una esposa de la que no siente la necesidad  siquiera de divorciarse. Los héroes de nuestras fantasías nunca son hombres de familia.

         Aún así, no quiso, o no pudo,  renunciar al amor  y a la edad de cincuenta y cinco años, después de diversas aventuras y relaciones, encontró a la bella Carolina, verdadera compañera y amiga a la que prometió una vida de contemplación frente al mar en la bahía de Río de Janeiro junto con su retirada de la política en cuanto acabase la misión en Irak, donde, por supuesto, ella le acompañaba.

         Chirría un poco en la película una larga escena de sexo que en un primer momento parece algo gratuita. Sin embargo, después de ver también el documental pensé que un hombre que se enfrenta a esos retos de forma continua tenía que ser una persona tremendamente apasionada, y que esa pasión, sin duda, debería verse reflejada en sus relaciones personales. Así que decidí perdonar la escena e integrarla en el personaje.

       Parece cierto, lo corroboro en el documental en palabras de ella misma,  que Carolina buscó a Sergio entre los escombros de la explosión que derribó mediante atentado el edificio de la ONU en Bagdad, y que logró comunicarse con él aún en esas circunstancias y antes de que el aplastamiento lo matara. Mujer fuerte sin duda, volvió al rincón frente al mar de Río de Janeiro prometido por su amado, colgó de su cuello los dos anillos que ambos llevaban con sus nombres y decidió vivir por ambos la vida soñada dedicándola a organizaciones no gubernamentales.

        Aún en 2009, cuando se rueda el documental, llora la perdida de su amigo, de su amante. Muchos creyeron en él, en su carisma, en su seguridad, en su capacidad para emocionarse y para emocionar, esperemos que como  pretendía, porque así se lo había oído a una indígena en Timor, haya subido a lo más alto, al cielo, y allí, en forma de nube haya viajado hasta su tierra para luego como lluvia caer y  permanecer en ella para siempre. Sergio Vieira de Mello.